viernes, 24 de diciembre de 2010

LA DESHONRA DEL FÚTBOL

Hola a todos,

vuelvo, después de mucho retraso, motivado por una desagradable sensación que tuve que sufrir el domingo pasado por enésima vez.

A pesar de lo amable de las fechas en las que nos encontramos he de sacar a relucir toda mi ira y desprecio hacia lo que considero la peor clase dentro del mundo del fútbol.

Un rival que se ha convertido en directo, o casi directo, en los últimos años y que representa todo lo que un equipo no debe tener desde mi punto de vista. Es una vergüenza futbolística, un insulto al balón y una traición al juego limpio, principio que debería regir como básico en todos los deportes.

Hablo del Sevilla. Una colección de marrulleros que han conseguido instaurar la trampa y la mentira en su club como algo intrínseco, cultural, que se impregna en todo aquel que llega a formar parte del conjunto hispalense. Toda España debería ser antisevillista.

A muchos os parecerá exagerado lo que digo, incluso hubo algún incauto que en temporadas anteriores dijo que era el mejor equipo de España (antes de la era Guardiola, claro), el que mejor jugaba. Eso si que es un chiste pero sin gracia.

Mi desprecio por el Sevilla trasciende lo futbolístico pero tiene su origen en cuestiones que tienen que ver con el balón.

Si os fijáis el Sevilla desde hace muchos años tiene su pilar fundamental en el físico, la pelea y la agresividad. Obviamente, son características que hay que tener en el deporte de alto nivel pero no pueden ser tu identidad.

Así Pablo Alfaro y Javi Navarro fueron sus emblemas durante años y así hemos visto pasar toda suerte de medios centros defensivos sin ninguna aptitud para pasar el balón u organizar el juego. Léase Duscher, Romaric, Zokora, Poulsen, etc.

De vez en cuando se ha colado algún jugador con más talento pero nunca creativo: Keita con buen toque y zancada, Maresca con buen disparo o Renato con facilidad para el remate pero ninguno de ellos capaz de conducir el balón, dar un pase entre líneas y, sobre todo, marcar el ritmo de un partido. De los anteriores ni hablamos en esas labores.

Desde que volvieron a primera división y eran entrenados por Caparrós no he visto un mediapunta en el Sevilla. Ese jugador de clase, determinante que recibe entre líneas y surte a los delanteros. Esa figura ha sido rechazada en el Sevilla recurrentemente donde sólo se fichan destructores, extremos y delanteros.

Al final el juego del Sevilla se reduce a pelotazos a Kanouté o galopadas de sus rápidos y habilidosos extremos pero un equipo que saca el balón controlado a través de sus laterales y obvia a los centrocampistas sólo puede producirme náuseas.

Cuando ya tengo el estómago revuelto llegan, para atacar mis nervios y desatar mi agresividad, sus planteamientos y su mentalidad de equipo pequeño y perdedor que siempre les condenará.

¿Cuántas veces les hemos visto salir con un solo delantero contra el Madrid dispuestos a defenderse y salir a la contra? Pocos equipos pueden tutear a los grandes pero, de vez en cuando, aparecen equipos que resultan competitivos, se clasifican para Champions o Uefa (Europe League), intentando jugar al fútbol de otra manera, bien, como los grandes. Tocando, cuidando el balón, dominando, arriesgando. Apostando. El Villarreal de hoy o de 2006, el Zaragoza de 2007, el Getafe de 2008, el Celta de Víctor, etc.

Esta contagiosa filosofía nace de su presidente, Del Nido, que hace gala de su altanería y se compara con los dos grandes siempre que puede pero luego encadena un ridículo detrás de otro ante los clásicos de nuestro fútbol.

Hay un odio especial al Real Madrid porque nuestra historia es la envidia de su presuntuoso presidente y suelen emplearse a fondo (de mala manera) contra el mejor club del mundo.

No son las patadas de navajeros como Zokora las que duelen sino las trampas y la guerra no futbolística que plantean los de rojo cada vez que nos visitan.

Es muy triste que un equipo vaya a un campo a perder el tiempo desde el minuto cinco y con el empate a cero en el marcador. Es decepcionante ver como un sevillista se abalanza sobre un blanco tendido en el suelo increpándole para forzar la amarilla por simulación de una falta (que seguramente había sido) y es insoportable ver a un portero saltar con la plantilla por delante a ver qué se lleva en el camino y luego fingir agresiones.

Andrés Palop es el símbolo de este estilo de vida, de esta conducta. Un portero que tuvo cualidades (tuvo porque ahora comete errores graves con demasiada frecuencia, gracias por no cubrir el primer palo este domingo en el gol de Di María) pero que sale al campo más concentrado en su batalla subterránea que en el propio juego. Intenta sacar ventaja de manera ilícita en cada detalle, en cada jugada.

Muchos piensan (madridistas incluso) que todo vale para enfrentarse a un grande, que el equipo inferior debe utilizar otras armas pero para mi eso no es admisible.

El fútbol es un deporte, un juego, hay que ganar jugando, no tratar de vencer no jugando.

Para ser grande hay que tener grandeza y si se aspira a serlo hay que abandonar muchos complejos. El Sevilla sacó mucho pecho por ganar una UEFA a un Viduka a punto de retirarse (no sabréis ni quién es, claro, es como ganar al Fulham) y otra a un Español al borde del descenso esa temporada pero luego contra los grandes se muestra minúsculo, sus complejos que rozan el rencor le llevan al lugar que merece.

Por eso cada año que vienen a visitarnos y, sea con el entrenador que sea, hacen la misma basura me encanta ver como nuestro talento y carácter ganador castiga la mezquindad de un equipo envidioso y resentido.

Esperemos que la marea del buen gusto barcelonista arrastre la mediocridad del Sánchez Pizjuan. A mis amigos sevillistas sólo les pido que crezcan.

Feliz Navidad a todos los amantes del fútbol y que 2011 nos traiga mucha diversión.